viernes, 13 de junio de 2008

EL "POUJADISME" DE LOS TRANSPORTISTAS

Fildalgo dice sobre el paro de los transportistas: “No es una huelga, sino un cierre patronal". A esto se le llama hablar con claridad. Con no menos acierto, la Federación sindical de Transportes y Comunicaciones de CC.OO. (que me tiene entre sus afiliados) dice tres cuartos de lo mismo, cosa que comprobará quien lea tan interesante noticia.
No es una discusión nominalista (si huelga o cierre patronal) sino de conceptos que, en todo caso, están ahí, a lo largo de la historia de anteayer, ayer y ahora mismo. Tampoco se trata, de entrada, de ser unos estirados y decir que fuera de la huelga no valen las movilizaciones ciudadanas o, incluso, las formas de presión de los sectores empresariales. Hablamos de esta presión: de este cierre patronal.
En principio no parece raro que unos sectores, como éstos, utilicen unas formas exasperadas de presión colectiva: nada hay nuevo bajo el sol, aquí y en otros hemisferios. El problema de esta movilización es que se da de bruces contra: 1) el origen real del problema, 2) la capacidad de negociación real de las contrapartes a quienes están ejerciendo la presión, y 3) la enormemente desajustada relación entre reivindicaciones y las formas de lucha utilizadas. Comoquiera que, en otras ocasiones, me he referido a “los míos” –los sindicatos-- que han hecho cosas más o menos parecidas, no tengo empacho en hablar con pocos pelos en la lengua de esta movilización.
El origen real de esta situación es la crisis económica existente tras el disparo descomunal del precio de los crudos. Lo que comporta, de momento, dos cosas: que estamos ante un problema global y, por ende, que los interlocutores a quienes pedirles explicaciones aparentan ser invisibles. Si el transportista-masa no está al tanto de estas cuestiones, el grupo dirigente sí es conocedor de ello, o debería serlo.
Obviamente no estoy planteando que, ante la aparente invisibilidad de las contrapartes y de un problema global, deba descartarse la acción colectiva, incluso en los estados nacionales. El gran problema es cómo enfocar esta cuestión, siendo y estando así las cosas.
Siendo y estando así las cosas no sirve la plataforma reivindicativa tradicional. Entre otras razones porque el interlocutor real de ese problema global no es el gobierno. Lo que no impide, claro está, que el gobierno tome cartas en el asunto. Pero es el caso que, en esta confusa movilización, los objetivos de la misma (esto es, los puntos de la plataforma) van cambiando día a día, Lo que entorpece qué es lo prioritario y qué no lo es. Porque lo que no tiene sentido es plantear no sé cuantas cosas prioritarias: más de una dejan de ser prioritarias.
La cosa, además, es un tanto chocante. Es claro que una buena parte del coste de tales planteamientos se endosará al conjunto de la sociedad, principalmente como siempre al trabajo asalariado. Pues bien, ¿a qué viene tomar como rehenes en la carretera a las personas que al final pagarán martín martín los costes de las peticiones de quienes les agreden? De donde se infiere que las formas de lucha son extravagantes, excéntricas, al tiempo que propician una descomunal enemistad del conjunto de la sociedad frente a tales formas de lucha, las reivindicaciones y los transportistas. Por lo demás, no hace falta tener la cabeza fría para interrogarse: ¿a qué viene eso de quemar un camión que estaba parado poniendo en extremo peligro a un trabajador asalariado que dormía? “Es un pronto”, dirá un alma de cántaro. No, peor que una salvajada es un error superlativo. El error de quienes, tal vez el cerebro en poder del mosto, presumen de ser unos echaos p’alante.
Dicho lo cual, cambio de tercio. Esta exasperada movilización pone en evidencia la incapacidad del empresariado español tradicional en representar y organizar el conjunto de diversidades del sector. [Esto mismo se lo dije a Joan Rosell, presidente de la gran patronal catalana, en el acto de toma de posesión de Josep Maria Rañé como presidente del Consell Econìomic i Social de Catalunya]. De ahí que este personal utilice formas fugaces de presión en plataformas de quita y pon, de naturaleza –al menos ocasionalmente— poujadiste: un confuso movimiento corporativo-populista y antidemocrático, cuyo lema podría ser: “Estoy de acuerdo con mis reivindicaciones y, por sistema, en contra de las del resto del mundo”. Un colectivo que, salvo raras ocasiones, tiene pocas simpatías por los trabajadores por cuenta ajena. Hasta la presente, la voz de mi sindicato no ha sido debidamente acompañada. Posiblemente porque no conocen lo que dijo Galileo: “No todo lo que se mueve va en la buena dirección”. Si, Galileo, el que también dijo aquello (para otro menester) de: “Y sin embargo se mueve”.
http://lopezbulla.blogspot.com/

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