lunes, 23 de junio de 2008

El fin del empleo seguro

El problema reverdece, ahora que el aviso de "parados, peligro de avalancha" cuelga, sobrentendido, de las grúas de la construcción y que el petróleo aprieta como nunca. El problema es el paro, pero también la precariedad. Con una tasa de temporalidad laboral superior al 30%, más del doble de la media europea, España es la campeona continental de los contratos eventuales, el líder de esa zona gris, a medio camino entre el empleo fijo y el paro, en la que se ceban las crisis. Eso significa que antes del estallido actual, uno de cada tres trabajadores españoles ya cargaba con la agobiante presión de la inestabilidad laboral y encontraba serias dificultades para estructurar un proyecto de vida coherente.

La crisis viene a agudizar en nuestro país un problema endémico que hunde sus raíces y se proyecta amenazadora más allá de los problemas sectoriales y de coyuntura económica. "Mucha gente no sabe qué va a ser de su vida el mes que viene, si podrá renovar su contrato, si podrá pagar el alquiler o la hipoteca... Vivir así es como llevar la fecha de caducidad en la nuca", resume la responsable de una fundación dedicada a la colocación de desempleados. Y la cuestión que se plantean muchos de ellos es dónde encontrar la fe para encarar el futuro. El argumento de que nuestros jóvenes son una generación muelle criada en hogares más o menos confortables y poco educada en el esfuerzo, no alcanza a explicar el dato que sitúa la edad media de emancipación familiar en España por encima de los 30 años.

El campeón del concurso del contrato de menor duración organizado por IU de Palencia es un diplomado en terapia ocupacional sociosanitaria que tiene 35 años y acaba de ser padre. "Hay que echarle valor para lanzarse a tener un hijo, pero vas dado como esperes a alcanzar la estabilidad", dice. Ganó el premio (un ejemplar del Estatuto del Trabajador, otro de Mundo Obrero y una estampa de San Pancracio) con un contrato de hora y media semanal por 70 euros al mes que le ofreció en 2005 una residencia de ancianos de la Sanidad pública.

"Desde 2003, no he encontrado otra cosa que contratos por obra y servicio (hasta siete en 40 días) que me obligan a multiplicarme. Lo peor", señala, "es que te quitan la ilusión por el trabajo bien hecho, pierdes la vocación y ya te da igual dejarla si te ofrecen algo mejor pagado o más estable". El campeón de Palencia -se trataba de un concurso testimonial sin pretensiones de captar récord absolutos- pide que no se publique su nombre. "No puedo permitirme caerle mal a alguna de las empresas para las que trabajo".

Mayor carga de precariedad arrastra el ganador en el mismo concurso del premio al mayor número de contratos anuales. Millás, de 23 años, se alzó con el galardón por haber encadenado 15 contratos en un año -una cifra modesta, a gran distancia del que debe ser el récord absoluto-, ejerciendo las más diversas actividades. Dice que aunque se considera un buen trabajador, no cree que llegue a tener alguna vez una casa en propiedad. "¿Mi peor empleo? Cuatro horas nocturnas, seis días a la semana, en una pizzería por un sueldo mensual de 250 euros que con los incentivos llegaba a 350".

Dada su tasa de temporalidad-precariedad, nuestro país está más obligado que otros a plantearse si camina hacia el modelo laboral de MacDonald's o al de Microsoft, al del empleo precario y del contrato basura o al puesto de trabajo estimulante, creativo, digno. ¿Qué hacen esos licenciados universitarios que trabajan de reponedores o de cajeros de supermercados? ¿Qué empresa podemos crear si tenemos a investigadores con salarios mileuristas?

Pese a la drástica reducción del paro registrado en los últimos 15 años -hoy trabajan en España 20 millones de personas, frente a los 12 millones que lo hacían en 1994-, la preocupación por el trabajo ha seguido ocupando, ininterrumpidamente, la primera plaza de las inquietudes ciudadanas. Y es que, oficiado el funeral por el empleo para toda la vida, las nuevas condiciones del mercado laboral vienen marcadas por la flexibilidad y la inestabilidad, por mucho que la Unión Europea trata ahora de aplicar el concepto híbrido de "flexiguridad".

A la ansiedad por la provisionalidad se suma el temor a perder el empleo -el despido es libre, aunque no gratuito- en profesionales que superan los 45 años de edad y que saben que difícilmente podrían reincorporarse al mercado laboral en las mismas condiciones salariales y de estatus. Casi todas las compañías, incluso las más solventes, reemplazan estas bajas con trabajadores jóvenes que, a menudo, perciben la mitad o un tercio de la retribución de los despedidos. Como en el mundo globalizado, la economía de un país es la de sus empresas, los Gobiernos aceptan que las compañías hagan sus economías y socialicen los costes de los despidos, vía Seguridad Social o la Sanidad pública. Pocos expertos dudan de que el estrés pre y pos despido incide frecuentemente en la salud de los damnificados. Las crisis de pánico, los casos de mobbing (acoso) laboral y el denominado "síndrome de burn out" ("estar quemado") germinan en el caldo de insatisfacción de un trabajo de escasas recompensas económicas y afectivas. No se discute que la subcontratación en cadena repercute en el aumento de la siniestralidad laboral en la construcción y la industria.

Aunque cada damnificado es un mundo aparte, la pérdida de un puesto de trabajo considerado seguro tiene un impacto psicológico similar al del desahucio. Vivir a la intemperie de tener que buscarse la vida cada poco tiempo es una experiencia durísima cuando se está en una edad madura pero todavía alejada de la fecha de jubilación.

Éste podría ser el preámbulo de un anuncio para la formación permanente. "Sea cual sea su situación profesional y su edad, a usted le interesa desarrollar los reflejos de adaptación a la nueva cultura empresarial, laboral y social". Empresarial, porque ser competitivos requiere hoy mucha tecnología y poco empleo; laboral, porque los valores del mercado son la flexibilidad, la movilidad y la polivalencia; social, porque el valor central vertebrador asignado al trabajo durante siglos ha perdido vigencia. Década tras década, el peso de los salarios en el PIB sigue cayendo, en beneficio de las rentas del capital y de los beneficios empresariales.

Quienes trabajan recolocando a los desempleados aluden a los aprovechados y vagos que se benefician de las ayudas públicas, pero conviene no perder de vista a los que sufren, a las víctimas de los hogares desestructurados, a los que pierden pie y se precipitan por los intersticios del sistema, a los que buscan y no hallan, a los que padecen la humillación de trabajar en condiciones infames, a los inmigrantes, los primeros en ser despedidos. No siempre los que más gritan son los que más padecen.

"Menos prostituirme y montar en globo, creo que he hecho de todo en la vida. He llorado cuando pedía trabajo y me ofrecían una limosna, he tenido ganas de suicidarme y también de robar y hasta de matar", cuenta Ana Sánchez, de 57 años y con cuatro hijos, que trabaja de vigilante los fines de semana en una empresa de Madrid. Dice que la precariedad destroza a las parejas, que lo sabe por experiencia. "Mi marido comenzó a beber al quedarse en el paro. Cuando venía borracho, yo tenía que defender la comida de mis hijos y en casa volaban los platos y volaba todo. A veces, me iba a la calle y andada y andaba sin rumbo fijo, quería reventar, huir para siempre del infierno". Ana se volvió religiosa el 20 de febrero de 1989. "No se puede estar siempre pidiendo a los amigos y vecinos, ¿sabe usted? Aquel día no tenía nada que darle a mi hija pequeña que estaba enferma. Le pedí a Dios: 'Haz algo, por favor, que no es para mí, que es para mi niña, que no tengo ni para hacerle un puré'. Ocurrió que llamaron a la puerta y era el cartero que traía propaganda de Nestlé con dos tarritos de muestra. ¡Sólo Dios sabe lo que sentí en aquel momento!". Dice que la religión le ayuda mucho -se ha hecho testigo de Jehová-, y que aunque ya no se acuerda de la última vez que pisó un cine o un bar está tranquila con sus 312 euros mensuales de su pensión de invalidez (está operada de tromboflebitis) y los 124 que saca de vigilante de fin de semana.

Aunque la eventualidad ataca de lleno a los jóvenes -6 de cada 10 tienen contratos provisionales-, nos equivocaremos si pensamos que éste es un problema exclusivo de la juventud y de personas de poca formación. El profesor Luis Toharia ha constatado que entre 1991 y 2004, la edad media de los trabajadores temporales pasó de 29 años en 1991 a 33 en 2004. No hay razones para creer que esa progresión se haya detenido.

Con una licenciatura y un doctorado, Tomás Fernández, traductor de libros del inglés, nunca ha tenido un contrato fijo, y eso que ha cumplido ya 49 años. Nada más casarse, a los 26 años, abrió con su mujer una academia de idiomas y empezó a estudiar filosofía, su gran pasión. Obtuvo una beca para estudiar en Harvard -500 seleccionados entre 25.000 aspirantes- y una plaza de profesor suplente de Ética y Política en la universidad vasca. "Me encantaba dar clases y lo hacía muy bien, según mis alumnos, pero escribí un artículo crítico con el nacionalismo y ya no volvieron a contratarme para cubrir otras bajas en el profesorado. Me quedé entre el cielo y la tierra", indica.

Trabaja en su casa de San Sebastián -"el piso es de mis padres, yo no podría pagar una hipoteca", aclara-, tiene un hijo en la universidad y ha renunciado a pagarse el seguro de autónomos. Bromea con la ocurrencia de que debería encomendarse a diario a Santa Tecla. "Es que me pagan por golpe de tecla. Cobro 9,10 euros por holandesa traducida, lo que significa 2.500 caracteres y una hora de trabajo". Tomás recuerda ahora con sarcasmo la doctrina de aquel profesor suyo de Harvard que sostenía que se podía "humanizar el capitalismo a base de reducir las diferencias". Ésta es ahora su tesis: "La precariedad es el signo de los tiempos, llega con la aparición de la modernidad. La economía toma el mando de la política y dice qué se puede hacer y lo que no. Así, tenemos a la generación más preparada en los contratos basura".

En España ya existe una generación forjada en la temporalidad que introdujo la reforma laboral de 1984. Lo explica el director general de Trabajo, Raúl Riesgo. "Alarmado en un momento en el que el paro llegaba al 25%, el Gobierno aprobó una reforma laboral que facilitaba los contratos temporales. Se trataba de crear empleo como fuera, pero en la convicción de que la provisionalidad desaparecería en cuanto se normalizara la situación", indica. Lejos de eso, la cultura de la temporalidad arraigó con fuerza en el mercado laboral, particularmente en Andalucía, Extremadura y en el sector de la construcción, y se extendió y aceleró a partir de 2000 con el despegue general de la "descentralización productiva", el proceso de subcontrataciones sucesivas en cadena. "La reforma de 2006 ha resultado eficaz porque hemos reducido la temporalidad 4,6 puntos en dos años, pero es verdad que la desaceleración cambia completamente el escenario", afirma el subdirector general de Estudios sobre Empleo, Alfonso Prieto.

"Estamos con las carnes abiertas porque hay empresas que suspenden pagos y no sabemos qué va a pasar", dice Manolo Villalba, alicatador en Alcalá de Guadaira (Sevilla). Desde que empezó a trabajar, a los 16 años -ahora tiene 39-, Manolo sólo ha conocido contratos temporales, por terminación de obra o servicio. Como lleva fama de alicatador fino y ha cogido los años del frenesí constructor, tiene cotizados a la Seguridad Social 17 de los 23 años posibles. No está nada mal, pero ahora que el miedo ronda las obras, Manolo se pregunta si podrá volver a respirar, y eso que, como él dice, es un hombre curtido y echao p'alante.

La opinión de que el contrato temporal cumple un papel positivo, en la medida en que actúa de puente o trampolín para salir del paro, adquirir experiencia y aspirar a un empleo estable, queda corroborada en la práctica en el caso de aspirantes cualificados, particularmente los ingenieros informáticos o de Telecomunicaciones y los dobles licenciados en Derecho y Administración de Empresas. Pero la teoría que predica las bondades de la temporalidad palidece al contacto con esa otra realidad del trabajo mal pagado, ejercido en condiciones y horarios peores y sin acceso a una verdadera formación. Las empresas no gastan en formar a alguien que no se va a quedar. Justificada en el caso de determinados trabajos de temporada, la provisionalidad es, por lo general, antagónica con la productividad y viene aplicándose en España de manera abusiva e indebida. Aunque se esgrimen razones variadas para explicar el fenómeno -desde el coste del despido hasta la disciplina y la sumisión al jefe que la inseguridad conlleva-, puede que la estructura productiva (turismo, hostelería, construcción, el campo) haya contribuido al arraigo de este hábito.

Lo que no se explica, salvo que invoquemos nuevamente al signo de los tiempos, es por qué la temporalidad lleva años incrementándose también entre el personal laboral no funcionario de las administraciones públicas, en la sanidad, la educación y en sectores profesionales cualificados. "Junto a la idea de que la vía natural de entrada en la empresa es el contrato temporal, existe la convicción de que la indemnización por despido del trabajador indefinido es mucho más gravosa. Son apreciaciones erróneas", sostiene el director general de Trabajo, "ya que las rebajas de las cotizaciones sociales superan a menudo las indemnizaciones por despido".

Según el profesor Luis Toharia, un tercio de los trabajadores eventuales acaba siendo víctima del "atrapamiento en la temporalidad", concepto que aplica a aquellos que encadenan contratos y periodos intermedios de desempleo y corren el serio riesgo de quedar excluidos del mercado laboral.

JOSÉ LUIS BARBERÍA 22/06/2008

http://www.elpais.com/articulo/economia/fin/empleo/seguro/elpepueco/20080622elpepieco_6/Tes

miércoles, 18 de junio de 2008

CC.OO. rechaza la subida de la luz por sus negativos efectos sobre los hogares y la industria española

18-06-2008 - La Federación Minerometalúrgica de CC.OO. rechaza tajantemente los planes del Ministerio de Industria de elevar en julio la tarifa eléctrica entre un 5 y un 7,33%. Una subida que, sumada al incremento del 3,3% que la luz experimentó en enero, hará que los clientes de las compañías eléctricas terminen pagando este año un 11% más por su consumo. Esta organización sindical se opone a la decisión por su profundo impacto en el bolsillo de los españoles y en la competitividad de nuestra industria.

La Federación Minerometalúrgica lamenta de nuevo que el Gobierno haya decidido elevar la tarifa eléctrica a instancias de la Comisión Nacional de la Energía sin tener en cuenta la opinión de los sindicatos, que son los que representan los intereses de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. CC.OO. tampoco entiende la urgencia del Ministerio de Industria por adecuar la tarifa eléctrica a las directivas europeas cuando la legislación de la Unión Europea sitúa el término máximo de la liberalización industrial en 2010. La FM de CC.OO. cuestiona este tipo de decisiones por sus negativos efectos y advierte del impacto que una subida de esta envergadura tendrá en la inflación, en los hogares y en el sector industrial en un momento en el que las empresas del sector vienen obteniendo beneficios récord. Por lo demás, la Federación Minerometalúrgica confía en que el Ministerio de Industria modifique sus planes y abra una mesa de negociación con los sindicatos para elaborar y acordar junto con los empresarios una propuesta de modelo energético sostenible económica, social y medioambientalmente.

Esta organización sindical cree que es más necesaria que nunca una modificación regulatoria que acerque el precio de la energía a los costes reales de producción si lo que se quiere es un mix energético diversificado que incentive las energías medioambientales. La Federación Minerometalúrgica comparte la opinión de que los precios tienen que ser competitivos, pero piensa que esa competitividad debe ser el resultado de las negociaciones entre los productores y los grandes consumidores y no, como viene sucediendo en los últimos años, del incremento de la tarifa regulada doméstica.

Federación Minerometalúrgica de CC.OO.

viernes, 13 de junio de 2008

La semana de 65 horas revienta el sueño europeo

ARIADNA TRILLAS 13/06/2008

El trabajador europeo está desconcertado. Por la noche, se acuesta con el nuevo discurso dominante: las empresas deben tomarse en serio la necesidad de conciliar la vida laboral y la vida privada, los países más productivos no son aquéllos en los que se trabaja más horas, las empresas modernas miman al máximo la salud de su gente, sociólogos y filósofos nos han prometido para el siglo XXI una nueva sociedad del ocio, con tiempos de trabajo cortos gracias a la implantación de las nuevas tecnologías... Por la mañana, el mismo trabajador se desayuna con la confirmación de que la conciliación era sólo un cascarón verbal: lo que de verdad viene es una brecha, un enorme boquete abierto en el techo de su semana laboral y en el de Europa, la cuna del modelo social.
¿Deben los europeos trabajar más horas para ser más competitivos en el mundo, como les permite la decisión adoptada esta semana por una mayoría de países miembros de la Unión Europea, ante el desmayo de un Gobierno español que promete no aplicarla? ¿Hasta qué punto la Vieja Europa, donde soplan fuertes vientos liberales, va a cometer perjurio contra sus propias bases sociales en ese empeño?
Los defensores de la polémica decisión, que requiere una bendición del Parlamento Europeo que no está clara por la movilización de la izquierda que se avecina, niegan la mayor: que no hay golpe social. No en vano, el Reino Unido, tras 15 años de batalla, ha logrado colar la expresion de moda, la free-choice o libre elección. Dicen: si un trabajador quiere trabajar más allá de las 48 horas semanales que fija el marco legal europeo -en España, se cumplan o no, son 40 las horas contempladas en el Estatuto de los Trabajadores, salvo en el caso de colectivos con su propio estatuto, como los médicos, los bomberos o la policía, y salvo que se hagan horas extra, hasta un máximo de 80 al año- ¿por qué se le debe impedir bajo ciertas condiciones?
A menos que un trabajador renuncie a ello, se supone que de forma voluntaria, la semana laboral europea se mantiene en las actuales 48 horas, subraya por activa y por pasiva la Comisión Europea. Ésta recuerda incluso que, a quienes superen ese tope, se les cuida poniéndoles un límite. Será de 60 horas, o de 65 en el caso de las profesiones con guardias, como los médicos. En realidad no es un tope, sino un promedio de tres meses. Así, si los europarlamentarios no lo impiden, uno podría encontrarse trabajando una semana, por ejemplo, ¡78 horas!
John Messenger, investigador principal del Programa sobre las Condiciones de Trabajo y del Empleo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), subraya desde Ginebra "el probable impacto negativo para la salud y seguridad de los trabajadores, y también para el equilibrio de su vida laboral y privada," que resultaría de una semana generalizada de hasta 65 horas. Según la OIT, 600 millones de personas trabajan "excesivamente", es decir, "más de 48 horas a la semana", el límite que esta organización estableció hace 90 años. Diversos informes de la OIT afirman que trabajar más de 50 horas por semana eleva el estrés y la fatiga, causa desórdenes en el sueño, malos hábitos de vida y, a la larga, transtornos musculoesqueléticos, enfermedades cardiovasculares y mentales, infecciones crónicas.
¿Hasta qué punto superar las 48 horas se mantendrá como excepción? "La negociación individual entre la empresa y el trabajador que plantea la directiva no es de igual a igual. La situación del trabajador es de debilidad total", advierte Raúl Riesco, director general de Trabajo. El ex secretario de Estado de Economía y profesor de IESE Alfredo Pastor prefiere plantearlo en estos términos: "El trabajador con talento, el crack buscadísimo por las empresas, tiene poder de mercado como para negociar. Por eso algunos sugieren que se está dando un margen de libertad. Pero para la mayoría de trabajadores sin ese poder, hablar de 60 horas es plantear un recorte a la protección social".

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EL "POUJADISME" DE LOS TRANSPORTISTAS

Fildalgo dice sobre el paro de los transportistas: “No es una huelga, sino un cierre patronal". A esto se le llama hablar con claridad. Con no menos acierto, la Federación sindical de Transportes y Comunicaciones de CC.OO. (que me tiene entre sus afiliados) dice tres cuartos de lo mismo, cosa que comprobará quien lea tan interesante noticia.
No es una discusión nominalista (si huelga o cierre patronal) sino de conceptos que, en todo caso, están ahí, a lo largo de la historia de anteayer, ayer y ahora mismo. Tampoco se trata, de entrada, de ser unos estirados y decir que fuera de la huelga no valen las movilizaciones ciudadanas o, incluso, las formas de presión de los sectores empresariales. Hablamos de esta presión: de este cierre patronal.
En principio no parece raro que unos sectores, como éstos, utilicen unas formas exasperadas de presión colectiva: nada hay nuevo bajo el sol, aquí y en otros hemisferios. El problema de esta movilización es que se da de bruces contra: 1) el origen real del problema, 2) la capacidad de negociación real de las contrapartes a quienes están ejerciendo la presión, y 3) la enormemente desajustada relación entre reivindicaciones y las formas de lucha utilizadas. Comoquiera que, en otras ocasiones, me he referido a “los míos” –los sindicatos-- que han hecho cosas más o menos parecidas, no tengo empacho en hablar con pocos pelos en la lengua de esta movilización.
El origen real de esta situación es la crisis económica existente tras el disparo descomunal del precio de los crudos. Lo que comporta, de momento, dos cosas: que estamos ante un problema global y, por ende, que los interlocutores a quienes pedirles explicaciones aparentan ser invisibles. Si el transportista-masa no está al tanto de estas cuestiones, el grupo dirigente sí es conocedor de ello, o debería serlo.
Obviamente no estoy planteando que, ante la aparente invisibilidad de las contrapartes y de un problema global, deba descartarse la acción colectiva, incluso en los estados nacionales. El gran problema es cómo enfocar esta cuestión, siendo y estando así las cosas.
Siendo y estando así las cosas no sirve la plataforma reivindicativa tradicional. Entre otras razones porque el interlocutor real de ese problema global no es el gobierno. Lo que no impide, claro está, que el gobierno tome cartas en el asunto. Pero es el caso que, en esta confusa movilización, los objetivos de la misma (esto es, los puntos de la plataforma) van cambiando día a día, Lo que entorpece qué es lo prioritario y qué no lo es. Porque lo que no tiene sentido es plantear no sé cuantas cosas prioritarias: más de una dejan de ser prioritarias.
La cosa, además, es un tanto chocante. Es claro que una buena parte del coste de tales planteamientos se endosará al conjunto de la sociedad, principalmente como siempre al trabajo asalariado. Pues bien, ¿a qué viene tomar como rehenes en la carretera a las personas que al final pagarán martín martín los costes de las peticiones de quienes les agreden? De donde se infiere que las formas de lucha son extravagantes, excéntricas, al tiempo que propician una descomunal enemistad del conjunto de la sociedad frente a tales formas de lucha, las reivindicaciones y los transportistas. Por lo demás, no hace falta tener la cabeza fría para interrogarse: ¿a qué viene eso de quemar un camión que estaba parado poniendo en extremo peligro a un trabajador asalariado que dormía? “Es un pronto”, dirá un alma de cántaro. No, peor que una salvajada es un error superlativo. El error de quienes, tal vez el cerebro en poder del mosto, presumen de ser unos echaos p’alante.
Dicho lo cual, cambio de tercio. Esta exasperada movilización pone en evidencia la incapacidad del empresariado español tradicional en representar y organizar el conjunto de diversidades del sector. [Esto mismo se lo dije a Joan Rosell, presidente de la gran patronal catalana, en el acto de toma de posesión de Josep Maria Rañé como presidente del Consell Econìomic i Social de Catalunya]. De ahí que este personal utilice formas fugaces de presión en plataformas de quita y pon, de naturaleza –al menos ocasionalmente— poujadiste: un confuso movimiento corporativo-populista y antidemocrático, cuyo lema podría ser: “Estoy de acuerdo con mis reivindicaciones y, por sistema, en contra de las del resto del mundo”. Un colectivo que, salvo raras ocasiones, tiene pocas simpatías por los trabajadores por cuenta ajena. Hasta la presente, la voz de mi sindicato no ha sido debidamente acompañada. Posiblemente porque no conocen lo que dijo Galileo: “No todo lo que se mueve va en la buena dirección”. Si, Galileo, el que también dijo aquello (para otro menester) de: “Y sin embargo se mueve”.
http://lopezbulla.blogspot.com/

Las empresas aprovechan la huelga para cesar a 11.000 trabajadores en toda España

13-06-2008 - Campofrío, Sharp, Seat, Ford, Incarlopsa, IAC Group y Saica conforman, de momento, la lista de empresas que han presentado ERE ante el Ministerio de Trabajo. A la lista se podrían sumar Puleva, Yamaha, Honda, Rober Bosh, Nissan y compañías de la industria de la cerámica, según las propias empresas y patronales.

El número podría seguir creciendo y algunas instituciones han encendido las alarmas ante la posibilidad de que este proceso se generalice. Uno de los datos más alarmantes es el de la Confederación de Empresarios de Aragón, que habla de que se podrían ver afectados 100.000 trabajadores.

Los ERE presentados justifican el cese de una parte sustancial de la plantilla por “fuerza mayor”, ya que alegan que la huelga de transporte ha paralizado la producción en las factorías. Este tipo de procedimiento permite suspender o extinguir las relaciones laborales entre una empresa y sus empleados garantizando los derechos de los trabajadores, previa autorización del Ministerio de Trabajo. En este caso, los expedientes presentados tienen caracter temporal.

El titular de Trabajo y Asuntos Sociales, Celestino Corbacho, ha declarado no tener constancia de dichos expedientes, pero ha asegurado que los “mirará con lupa” y que “no tomará en consideración esta excusa”.

Los sindicatos han rechazado también que las empresas recurran a este tipo de procedimiento. Comisones Obreras (CCOO) ha dicho que algunas empresas afectadas se están precipitando a la hora de abordar la parada de la actividad en el sector, que ha derivado en repercusiones importantes en la actividad laboral de las mismas.

En un comunicado, el sindicato señaló que las empresas afectadas pueden utilizar otras vías, como iniciar actuaciones a través de la vía de la interposición de demandas por daños y perjuicios o la de recurrir a la Administración para solicitar ayudas que palien los daños ocasionados.

Desde Unión General de Trabajadores (UGT), el secretario de coordinación sectorial, Camil Ros, ha pedido al Ministerio que no acepte ningún ERE temporal motivado por la huelga de transportistas. Según Ros, no están justificados ya que se trata de una situación puntual y no de fuerza mayor y ha acusado a las empresas de "exagerar la situación".

Covadonga García
Expansion

CCOO contra la utilización de los ERE temporales por el paro de los transportistas

13-06-2008 - Ante la parada de actividad convocada por la patronal del transporte de mercancías por carretera, que ha derivado en repercusiones importantes en la actividad laboral de las empresas, que como ya sucedió en otras ocasiones, afecta a algunos sectores dependientes del transporte de mercancías para su funcionamiento diario, y siendo evidente que las empresas afectadas buscan -algunas ya se están anticipando hacerlo en estos días- la forma de abordarlo, CCOO recuerda que las consecuencias del riesgo que pueda acarrear una estructura organizativa como la que rige en las empresas debe ser asumido por ellas mismas y no trasladarlo a los trabajadores mediante la modificación de sus condiciones de trabajo y/o reducción de los salarios.

Las empresas no pueden considerar como una causa de fuerza mayor para presentar un ERE temporal la situación generada por la huelga de transportistas, aún trabajado al máximo con el sistema de entrega de materiales ”justo a tiempo” para evitar la financiación de stocks de componentes , como pasa en los sectores de automoción y electrónica de consumo

CCOO no consentirá que las únicas alternativas para paliar los efectos que la situación pueda generar se encuentren en la modificación de las condiciones de los trabajadores o en sus salarios, y/o la utilización de los fondos de desempleo (expedientes de regulación, modificaciones de la jornada laboral y de los turnos, etc.), por lo que preservará, ante todo, las condiciones de trabajo que están acordadas con las empresas. Las empresas tienen la posibilidad de iniciar actuaciones destinadas a resarcir los perjuicios causados por la vía de la interposición de demandas por daños y perjuicios, derivados de unos cierres patronales considerados ilegales, como de recurrir a la Administración para solicitar ayudas que palien los daños ocasionados.

CCOO

jueves, 12 de junio de 2008

Las 65 horas semanales o la ruptura del pacto social

Don Lluis Casas
Algunos de ustedes se preguntaran si un encabezamiento de esa magnitud corresponde a la realidad o a alguna neurastenia propia de un autor completamente sumergido en el desvarío. Puede ser que quienes se planteen esa última posibilidad tengan razón, pero arguyo que tengo a mano muchos ejemplos sobre el asunto y que este puede argumentarse debidamente. Otra cosa será hablar de los tiempos, el calendario y de las múltiples variables que pueden afectar a esa frase contundente y a su evolución futura.
La idea surge de un poso largo de acciones que he archivado convenientemente y la reciente aprobación por parte de la UE de un horario directamente esclavista, 65 horas en algunos casos, con el apoyo tanto de la derecha, como de alguna izquierda. Todo hay que decirlo, España no apoyó la medida y ésta todavía debe pasar por el parlamento europeo, donde tendrá, eso espero, un trámite harto difícil.
Voy a enumerarles primero en que me baso para afirmar lo que va al inicio:
Va en primer lugar lo que es estratégico, los sindicatos, el sindicalismo, el movimiento organizado de los trabajadores, su presencia social, su capacidad de influencia y negociación. Su temple y capacidad de respuesta cuando van mal dadas. Este es un negocio que ha padecido lo suyo en los últimos treinta años. La presión de la derecha europea, véase a doña Margarita Tatcher como ariete de la embestida, reduciendo el papel sindical y apoyando todo lo que garantiza al empresario una mayor capacidad de acción y negociación. El resultado está a la vista, reducción del número de trabajadores sindicados, dificultad para llegar a nuevos colectivos que negocian las condiciones de trabajo individualmente, trabajo a domicilio, trabajo intelectual, todo el trabajo material e inmaterial. La reacción sindical ha sido muy variada, pero en general defensiva y poco exitosa. Hay que constatar una fuerte retirada en todo el frente, aunque este no se ha hundido. Hay esperanza.
La evolución de lo que llamábamos el sector público, factor de cohesión entre el beneficio privado y los objetivos públicos. Ahí la destrucción creativa ha sido más intensa que en el mundo sindical. El sector público económico prácticamente ha desaparecido. Incluso si argumentamos sobre la Volkswagen o alguna empresa energética, el resultado es de pérdida absoluta. No soy de los que creen en que el Estado sea un gran empresario. Nada de eso. Pero, en cambio, si pienso que el Estado no debe dejar de ejercer como empresario putativo en sectores estratégicos y en el desarrollo territorial y científico y tecnológico. Hoy solo estamos en el paquete tecnológico.
Otro campo importante es el de la regulación económica, el laissez faire no hace la felicidad de la mayoría, y por ello el Estado debe velar por esos intereses en variados campos, el principal es el financiero. La existencia del banco de España y del banco central europeo, así como de otros reguladores estatales y globales, no han impedido que cíclicamente las ansias de beneficios urgentes y bochornosos acabe como el rosario de la aurora. La crisis actual es una buena muestra de ello y no está lejos la que hace una decena de años asoló el sudeste asiático. La historia económica está llena de ejemplos. Ejemplos que confirman todos ellos que las crisis financieras las pagan los que no deben y que no existe la destrucción creativa. Las complejidades de hoy día en ese terreno harían palidecer al banquero Roschild. Se pude vender algo inexistente, como una expectativa de producto o de simple beneficio, y terminar esta en manos de alguien a 10.000 millas, que nunca conseguirá enterarse de que va la cosa. Los reguladores deben impedir que esa ansia de beneficio entorpezca el desarrollo económico y lo que denominamos la economía real: el comerció, la agricultura, la industria y los servicios tangibles útiles y demostrables. Lo otro es pan para hoy (de hecho pan con jamón de Jabugo) y hambre para otros en algún momento.
La Fiscalidad, los defraudadores y la ruptura de la progresividad fiscal. Esto no es broma, se trata de desplazar lenta, pero segura, la carga fiscal del Estado hacia terrenos en donde los que más tienen, más pueden ahorrarse de la factura fiscal personal o empresarial. Cito el impuesto de patrimonio, los malabarismos permitidos con el IRPF, el impuesto de sociedades, la plus valúa, el IAE, etc. Evitar la fiscalidad directa, buscar artilugios mentales para justificar porque los ricos no deben pagar impuestos (puesto que se argumenta que son magos con la creación de puestos de trabajo y la riqueza para otros). No verificar la realidad de las declaraciones fiscales, evitando la defraudación de altura (hacia el interior o hacia el exterior en los paraísos fiscales). La ruptura es ya de tomo y lomo, los trabajadores y en definitiva los que dependen de un salario cotizan al euro, a los demás les permiten huir con la legalidad garantizada.
Las prestaciones sociales, el bono o el cheque. Unos servicios públicos para todos. También en ese terreno se rompe la baraja. El coste de los servicios sociales (sanidad, educación, servicios sociales y otros parecidos) son servicios que dependen del coste de la mano de obra (¡!!) y cuya productividad no puede seguir a otros sectores. Por ello su coste unitario sube permanentemente. La argucia de decir que no podemos pagar servicios para todos significa que solo los paupérrimos tendrán acceso a ellos (unos ellos en pleno estado de desidia) y los demás iremos como corderitos a hacernos un seguro o a una escuela privada. El camino de en medio está plagado de cheques bonificadores de servicios privados que trabajan para el estado. Busquen, escuelas concertadas, hospitales, residencias, etc. Ahí está el agujero negro que atrae a las clases medias en la errónea creencia que así les irá mejor.
Salarios y beneficios, un difícil equilibrio. Ese es otro truco de magia. En los últimos diez años y a pesar de un crecimiento de la ocupación, con una gran participación femenina, el peso del salario ha bajado en torno a diez puntos. Puntos que ha recuperado el beneficio. No creo que haga falta comentar mayormente la cuestión: ingenieros a 1000 euros, los famosos mileuristas, hacen el caldo gordo a los beneficios.
Termino aquí el comentario dejando para el final la ruptura del horario de trabajo pactado hace cien años. Si todo lo anterior no es suficiente, ahora están pensando en mantenernos ocupados hasta la muerte y durante 65 horas a la semana.
El parecido con el ambiente de finales del siglo diecinueve es abrasador. Algo habrá que hacer. Se acuerdan de las huelgas.
Lluis Casas, apocalíptico e integrado, puesto que no he hablado de revolución. No me lo tomen a mal. (The Parapanda's University)

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